Matalascañas y Johan (tal vez les conoceréis de otras historias como La Caza de la Gran Cobaya) se levantan somnolientos para fundirse dos paquetes de galletas y un Cacaolat calent (si hubiéramos tenido neverita...).
Efectúan el ritual de la
evacuación en retretes colindantes (con el mítico: "¿cómo va eso?"
"¡pues son trillizos!") y se van derechos al pueblo a sacar pasta y
a... comprarse un pintalabios rojo.
Vuelven. Tal vez fueran a
la piscina, qué se yo, y después a jalar. Llegan las cuatro y están
apaciblemente sentados fuera de la mobile home, en una mesa de plástico, con
Samy, cuando...
Mtlc: Es el momento.
Johan: Vamos, Maty. Samy, déjanos tu lapiz de ojos.
Samy: ... ¿en serio lo váis a hacer?
Mtlc: Por supuestito.
Se van al lavabo tras una
breve parada en la tienda para coger polvos de talco... acaban siendo polvos
para pies, pero da igual. Nada les va a detener ya. Se ponen delante de los
grifos. Matalascañas se mira.
Mtlc: Vamos a dibujarte una sonrisa en esa cara...
Un cuarto de hora más
tarde, la transformación se ha completado. Samy ayuda a repasar los ojos de
negro a Matalascañas, y se los queda mirando a
los dos con perplejidad.
Mtlc y Johan: ¿Por qué... tan... seria?
Samy: No os conozco XD

Samy no se deja dar dos
besos para despedirse de los que antes fueron su pariento y su hamijopariento.
El Joker de pelo largo se carga la mochila en su hombro.
Mtlc: Y allá... vamos.
Riendo como posesos y
saludando al conductor del trenecito y a sus pasajeros, Matalascañas y Johan,
convertidos ahora en dos Jokers de cara pintada de blanco con polvos para pies,
sonrisa de pintalabios y ojos maquillados de negro, empiezan una pateada de una hora hasta Palamós, pasando por una carretera sin acera y
todo un paseo al borde de la playa.
La gente se les queda
mirando, algunos rien y otros piensan “qué colgados”, tal y como si llevaran
carteles de Abrazos Gratis. Cada vez que alguien dice “van de Joker, ¿no?” los
dos le aplauden. Una niña en bici lo dice ilusionada, como si hubiera visto a
Papá Noel y no a un par de tíos pintados de psicópatas. La hostia que se podría
haber pegado contra la farola es grande.
El momento de mayor
triunfo viene de la mano de un chaval sentado en un banco con dos colegas
suyos.
El del banco: Vais de Joker, ¿no?
Johan y Mtlc: Siiiiii :D
El del banco: ¿Y a donde váis así?
Mtlc: Al cine, mira, nos ha dado el venazo.
El del banco: ¿Queréis porr... bocadillo?
Johan: Dame un tiro.
Johan coge el bocadillo, que
está por la mitad. Se lo va a meter en la boca cuando...
Johan: Eh, loco, que te lo mancharé de pintalabios.
El del banco: Ah, bueno, pues llevaoslo si quereis, ya me hago yo otro.
Matalascañas y Johan con
brillitos en los ojos dan las gracias y se van celebrándolo triunfantes. En
la instantánea, el Joker melenudo fumándose el... bocadillo, que tuvo que esconder
cuando un puñado de niños de un esplai dijeron “¡mira, mira, payasos!”.
El final de la historia, lo tenéis a continuación:
Ver al Joker haciendo siniestreces en la película, mirar al lado tuyo y pensar “¡coño, que lo tengo al lado!”... no tiene precio.
Y al salir, un
Matalascañas y un Johan salvajes y relajados iban con serenidad caminando por
la calle y pensando “¿por qué coño nos mira la gente?” para acto seguido mirarse el uno al otro y decir “aaah, por eeeeso”.
Locuras de juventud :D
Pronto, crítica de El Caballero Oscuro.
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